Su historia es todo un ejemplo de trabajo y constancia por ser pionera en un entorno masculino.
Como se suele decir, a veces la vida no es un camino de rosas, y eso lo supo demasiado pronto Celia Rivas (1912-1974), la primera conductora de camiones en España. A pesar del honor que se ganó como pionera, las circunstancias que la impulsaron hacia ese camino no fueron las más deseables. Cuando ella estaba a punto de cumplir 20 años, su padre Joaquín, empresario que había emigrado hacia América, contrajo una enfermedad pulmonar que le obligó a abandonar el negocio de transporte de pescado fresco que regentaba en su Galicia natal.
Ante esta situación, la protagonista y su hermana mayor, María, tuvieron que hacerse cargo del negocio familiar, y eso condujo a Celia Rivas a obtener el permiso de conducir camiones ante la negativa de su hermana porque, en aquellos tiempos, “¿cómo iba ella, una mujer, a conducir un camión?”. Su padre Joaquín había comprobado en Estados Unidos de primera mano que las mujeres conducían camiones, y la idea le atrajo a Celia, así que finalmente lo obtuvo para poder hacerse cargo de la empresa.
Por si no fuera suficiente, el examinador intentó disuadirla el día de la prueba práctica para que se bajara del camión antes de empezar y le pidiese al siguiente candidato que subiese. Después, en el transcurso del examen, le puso auténticos retos de conducción y de puesta a punto del vehículo que acabó solventando “mejor que muchos hombres”, en sus propias palabras. A pesar de todo lo ocurrido, se convirtió aquel día en la primera mujer en España que obtenía el permiso de conducción de camiones (1932).
INVOLUCRADA EN LA GUERRA CIVIL
Con el estallido de la Guerra Civil en nuestro país, Celia Rivas se vio obligada a llevar a cabo servicios militares, que en su caso consistieron en el transporte de tropas del bando nacional y a sus mujeres, así como llevando correo, lo que le hizo convertirse en la primera mujer de Europa en participar en un conflicto bélico como transportista.
EL IMPERIO DE HIJOS DE JOAQUÍN RIVAS
Fue a partir de los años 40 del siglo pasado cuando la empresa familiar Hijos de Joaquín Rivas empezó a despegar gracias a la puesta en marcha de un aserradero y a la adquisición de varios barcos que emplearían para capturar el pescado que, posteriormente, vendían a otras zonas de España.
La labor encomiable de las cuatro mujeres de la familia (Celia, María, Palmira y Julia) convirtió a este negocio familiar en un imperio a nivel empresarial, con una gran cantidad de fábricas de salazón de sardinas y abadejo prensado distribuidas por el país, así como conserveras de sardina y secaderos de congrio y pulpo. A partir de 1948 fue cuando la empresa se enfocó exclusivamente en la venta y el transporte de pescado fresco, para lo que llegó a contar con hasta 250 trabajadores en su plantilla.